Entramos un poco asustados, hemos oído que el dueño tiene carácter fuerte. El gran chef Pere Arpa nos recibe en persona, estamos en su casa, la masía señorial que un día perteneció a su abuela. No consigo impedir que se haga con la maleta y nos acompañe a la habitación. A mi novia le parece un gruñón entrañable, pero es que Sonia, una joven poetisa cargada de talento, sabe reconocer la pasión por el trabajo bien hecho.
– ¿Se quedan a almorzar?
No suena como una pregunta, aun así le respondo:
– Por supuesto, menú gastronómico.
El hotel boutique Ca l’Arpa es exactamente lo que su nombre indica, la fonda familiar de los Arpa en el Pla de l’Estany (Girona). Restaurada, eso sí, con mobiliario Roche Bobois y televisores Bang & Olufsen en todas las cómodas habitaciones. También la moderna cocina dista mucho de la que usaban los abuelos, si bien Pere ha conseguido su estrella Michelin actualizando los platos tradicionales de antaño. Trabaja a la vista de todos, un vidrio lo separa del cálido comedor para tan solo 20 comensales, a quienes a menudo sirve personalmente explicando cada uno de los platos.
– He perdido la cuenta.
– Llevamos diez – me recuerda Sonia – ¿cuál te ha gustado más?
– Royal de pichón
– Claro, eres un pedante, yo prefiero los pies de cerdo crujientes con foie gras a la brasa. Aunque los ravioli de piñones también estaban deliciosos.
Pere Arpa logra hacerte sentir que cocina exclusivamente para ti, sin excesos técnicos ni lujo mal entendido. Predomina el producto estacional, km 0, la calidad de los ingredientes por encima de todo. Preparan desde su propio pan hasta las mermeladas, pasando por los turrones navideños que ya están en pleno proceso de elaboración.
– Mañana podríamos repetir con el menú de temporada, que es más liviano – propone Sonia, con su mejor sonrisa -.
Envalentonado por el maridaje, trescientas referencias internacionales de vinos de autor, me atuso la melena entrecana en un gesto irresistible:
– Podemos quemar las calorías como estás pensando o llegar hasta Besalú.
Y aquí estamos, cruzando a pie el emblemático puente medieval sobre el río Fluvià, dispuestos a recorrer uno de los pueblos más bellos que he conocido.
¿Qué son las 47 cuerdas? Las del Arpa, claro, ya os advirtió Sonia que soy un pedante.
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