En la cosmopolita y vibrante Barcelona hay hoteles, buenos hoteles y hoteles espectaculares, como el ABaC. Situado al principio de una de las avenidas más elegantes de la zona alta, su nombre está ligado al restaurante del chef Jordi Cruz, un local con dos estrellas Michelin que se nutre de amantes de la buena gastronomía, de buscadores de experiencias únicas y de seguidores incondicionales de MasterChef. Pero ABaC quiso ser más que un restaurante, y lo ha conseguido. Aunque la gastronomía es su columna vertebral, el establecimiento proporciona una experiencia completa de lujo y evasión en la que los huéspedes van del restaurante a la habitación pasando, si lo desean, por la cocina donde trabajan el chef y todo su equipo.
Tras este proyecto hay una larga historia que hunde sus raíces en la casa familiar del reconocido doctor Andreu, quien hace más de un siglo inició la urbanización de la avenida que enlaza Barcelona con la montaña del Tibidabo. La casa señorial se sometió a una renovación exhaustiva que implicó derribo de paredes y la instalación de las cocinas, dos plantas de párking, diversas suites, ascensor, calefacción, aire acondicionado… El resultado es un hotel donde manda el diseño. Los espacios no solo se benefician de una vigorizante decoración contemporánea, sino también de las comodidades que son afines a nuestro tiempo. Las habitaciones son modernas y funcionales, sobriamente opulentas, un carácter que impregna los detalles y que se aprecia en las persianas y la iluminación con domótica Merten, en los textiles, en la televisión Bang & Olufsen de 32 pulgadas, en la máquina de café Nespresso o en el hecho de que todas tienen Internet de alta velocidad. Cada habitación dispone de un baño amplio y diáfano: una ducha con rociador 40 x 40 efecto lluvia, una bañera jacuzzi con cromoterapia y una buena selección de amenities, todo pensado para que el huésped se sienta mejor que en casa. No faltan el albornoz ni las zapatillas para bajar al spa del hotel, un espacio pensado para relajar los cinco sentidos.
En el pabellón adjunto, de nueva construcción, se encuentran unos salones para eventos privados y el afamado restaurante que da nombre al hotel. La estancia en el hotel se debe completar allí con el disfrute de un menú degustación con maridaje de vinos, todo un espectáculo, con una presentación y una mezcla de sabores y aromas excepcional. Y como corresponde a un alojamiento tan suntuoso, sobra decir que el trato del personal es excelente. Su misión es facilitar al cliente la mejor de las estancias. A pesar de que Barcelona no es una ciudad para quedarse en la habitación, el ABaC constituye un lugar excepcional al que regresar y donde sentir el latido de una ciudad que quiere seguir siendo un referente mundial de hospitalidad.
Òscar Marín
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