El progreso nos inunda de cosas maravillosas pero también trae consigo la cara oculta de la moneda, y una de ellas es, sin duda, la deshumanización.
El Big Data, en boca de todos, se erige como el maná, el que dará a las grandes empresas una información exacta y bestial de quiénes somos y de cómo somos para que nos puedan ofrecer exactamente lo que necesitamos en el momento en el que lo necesitamos.
Cuando todo son algoritmos, estrategias milimétricamente diseñadas, presupuestos millonarios y herramientas tecnológicas de última generación, resulta que hay pequeñas empresas que enamoran, que seducen y generan esa fortísima adhesión emocional que tanto le cuesta conseguir a las grandes corporaciones. Y lo consiguen porque vuelven a lo más sencillo, a lo esencial: A las personas y a las relaciones de confianza que se tejen cuando uno es lo que es y solo pretende hacer felices a los demás ofreciéndoles lo que mejor saben hacer…
Hoy mi homenaje a hoteleros, bodegueros, restauradores y tantos otros pequeños empresarios que juegan sus mejores cartas limpiamente y con amor.
Aquí en imágenes un puñado representativo:

Matsu, el vino D.O. Toro, de Vintae. Con una imagen impactante que homenajea a los viticultores.

Familia Roca-Barbé, de La Garriga de Castelladral (Barcelona)

Xavi, fundador de The Booc (The Barcelona Olive Oil Company)

Josep y J, propietarios de La Demba Arte-Hotel y Restaurante en Abizanda (Huesca)

Familia Romao, de Casas do Coro en Marialva (Portugal)

Berny Serrao y su familia, propietarios de Paraíso Escondido, en el Alentejo (Portugal)

Pilar Guillen y Rodrigo de la Calle, propietaria del hotel BoxArt La Torre y chef del restaurante El Invernadero , en Collado Mediano (Madrid)