Los viajeros románticos creyeron encontrar en Ronda la ciudad que habían imaginado en sueños, una villa colgada sobre un paisaje fantástico, plagada de rumores y ecos de bandoleros que aún zumban en el oído del caminante. Desde lo alto del descomunal roquedo, la ciudad de Ronda parece flotar en el aire, ajena a las leyes físicas de la gravedad. El paredón de piedra cae en vertical sin apenas fisuras y a sus pies varias huertas dibujan al fondo un mosaico de colores. De ahí que dijera Rainer María Rilke, el famoso poeta románico, cuando llegó a Ronda, «no hay cosa más inesperada en el mundo que esta ciudad española».
La Ciudad, como se conoce al barrio más antiguo de Ronda, invita a un recorrido ajeno a la prisa, que permite apreciar con detalle los rasgos de la antigua medina árabe, en la orilla sur del río Guadalevín, que aún conserva parte de sus murallas, cruzar el Puente Nuevo y pasear por la Alameda del Tajo, deteniéndose en los rincones y obras monumentales que abren sus puertas al visitante. No conviene pasar por alto la necesidad de reponer fuerzas en alguno de los restaurantes que ofertan una buena selección de platos de la gastronomía de la Serranía. Para llegar a La Ciudad hay que atravesar la profunda garganta del Tajo, salvada por la monumental obra del Puente Nuevo. Déjate llevar y percibe al igual que Jorge Luis Borges en la penumbra de su ceguera «un cóncavo silencio de patios, un ocio de jazmín y un tenue rumor de agua, que conjura memorias de desiertos», según palabras del escritor argentino.
A 10 minutos en coche de Ronda se encuentra el hotel La Fuente de la Higuera, un bello edificio que se levanta sobre un antiguo molino de aceite, rodeado de jardines y olivares, y que es un lugar ideal para desconectar de la rutina y perder la vista en la inmensidad del campo andaluz. En su interior no faltan las obras de arte originales y los muebles hechos a mano, y en el exterior, preciosos jardines, terrazas y piscina.
¡Descubre Ronda desde La Fuente de la Higuera!